Cómo edito pódcast (y el mínimo que les exijo)

En la entrada anterior concluimos que los pódcast son hoy en día un medio más para disfrutar de contenidos que puedan gustar a los usuarios, pero dejamos pendiente ver cómo se relaciona esta evolución del medio con mi forma de trabajar en mi pódcast.

La clave

Hay mucha gente que intenta sacar rédito económico a su trabajo, pero cada vez que hago una incursión en el mundillo y reviso qué pódcast intentan ganar dinero con sus audios, en ocasiones me encuentro una calidad de audio o una edición muy inferior a la que yo, aficionado sin pretensiones, realizo con mi humilde programa.

No me gusta ponerme como ejemplo de nada, pero hoy lo voy a hacer. Porque si yo, como aficionado al medio que hace un pódcast sin pretensiones, soy capaz de todo lo que voy a relatar a continuación solo por ofrecer un producto con el que yo me sienta satisfecho, es lo mínimo que le pido a un programa que intenta hacerme sacar la cartera, sea del modo que sea.

Os voy a contar qué uso para lograr ese audio con el que yo me siento satisfecho.

El micro: Shure MV51

Como no podía ser de otra manera, es la piedra angular. Es un micrófono que veo muy poco mencionado en los mundillos del podcasting. Me parece tremendamente versátil y muy adecuado para las necesidades de la gran mayoría. Al menos, para aquellos que publican sin pretensiones.

Puedo contar, de hecho, que el verano pasado compré una grabadora de sonido con entrada XLR y varios Shure SM58 (micrófonos sin duda mejores que el MV51) y resultó que perdía versatilidad con ellos. Los MV51 son micrófonos USB que sirven de dispositivos tanto de entrada como de salida, y en un pódcast como el mío, en el que dos o tres personas escuchamos audios conforme grabamos, supondría comprar una interfaz de audio con varias entradas de micrófono (nada barato), un ampliador de auriculares y pelearse para configurarlo todo. Con dos o tres micros MV51 la configuración se reduce a tocar un par de detalles con los programas de audio que he ido adquiriendo y ahorrar unos cuantos kilos en la mochila.

La configuración que tenía pensada (tres micros SM58 con preamplificadores y la grabadora) eran casi setecientos euros. Los Shure MV51, más acordes con mis necesidades, cuestan 189€ y a veces los rebajan a unos 130€. El cálculo es sencillo.

La mayoría de creadores de contenido de hoy en día (no solo podcasters) usan el Shure SM7b, un micro XLR que requiere estar conectado a una interfaz de audio o una mesa de mezclas y que pide muchísimo posprocesado para sacarle todo el jugo. Sinceramente, la única justificación que veo para usar ese micrófono es que queda muy bien en pantalla.

El software

Como ya conté alguna vez, en el momento que entré en macOS pensé que de perdidos al río. Podía haber seguido con Audacity, el programa que usaba antes, o haber adquirido Hindemburg, un conocido software pensado para podcasting y radio. Pero, puestos a gastar, ¿por qué no ir a lo grande?

Logic Pro.

Los programas profesionales de Apple (Final Cut, Stage, Motion y este) tienen descuento por ser profesor, así que los adquirí todos por un precio algo inferior a lo que cuesta uno solo. Cabe decir que los he usado alguna vez para el trabajo, no soy (del todo) tan tramposo.

Sobra decir que es un programa muy superior a Audacity, un software gratuito y libre suficiente para cubrir las necesidades básicas, pero con sus carencias. Para mis necesidades actuales le veo fundamentalmente dos: los silencios deben estar rellenos (no permite tener los audios «volando» y que el programa entienda que hay silencio, la onda de sonido debe estar llena) y no permite automatización.

Para quien no conozca el concepto de automatización, es ajustar a mano el volumen del audio en pasajes concretos. Viene realmente bien para esos momentos en los que nos reímos o subimos la voz, actos involuntarios muy difíciles de controlar. Con la automatización se evita romper los tímpanos al pobre oyente, y hacerlo a mano otorga mucho mejor resultado que el efecto de normalización automática disponible en cualquier programa de edición.

Logic, además, es un potente programa de grabación que respeta por completo los parámetros de entrada y que permite grabar en multipista. Y ahí es donde entra la siguiente pieza de software.

Loopback.

Es una mesa de mezclas virtual. Gracias a este software puedo conectar tres Shure MV51, destinarlos a canales de audio concretos, configurar dichos canales en Logic y grabar en multipista. Además los puedo configurar como dispositivo de salida y sacar los audios por los tres micrófonos (que tienen salida de auriculares), lo cual es tremendamente cómodo.

Audio Hijack.

Por lo que pudiera pasar también pongo a grabar este software, un program muy versátil de los creadores de Loopback. El problema que tiene es que modifica el volumen de entrada, pero permite hacer streaming de audio con mucha facilidad, entre otras virtudes..

A la hora de editar el audio en Logic hago uso de varios plugins que hacen maravillas con la calidad de audio. Me he dejado un buen dinero en ellos, pero merecen cada céntimo.

Estos plugins, unidos a una mínima labor de automatización, hacen magia con la calidad de audio. Ya me han llegado varios comentarios diciendo que la calidad de sonido parece profesional, y no usamos mesas de mezclas ni interfaces de audio ni micros XLR ni chucherías por el estilo, elementos asociadas con mayor profesionalidad.

Otros detalles de la edición

Pero no todo en esta vida se soluciona con un buen micro y software, evidentemente. La edición requiere mucho mimo manual.

Elimino silencios siempre que quede natural. Si un invitado o nosotros mismos tardamos un tiempo en pensar lo que vamos a decir, eso hay que aligerarlo. El silencio queda mal en radio, es una regla básica. Solo se respeta cuando, de manera natural, se deja para que el oyente sopese lo que se acaba de decir.

También quito muletillas y chasquidos. El ser humano no debería tener la capacidad de chascar la lengua, pero el caso es que la tiene y es una explosión muy molesta en el oído del oyente. Por otro lado, esos «eh», «ah», «hum» propios de estar pensando lo siguiente son absolutamente innecesarios, y si están entre consonantes son fácilmente eliminables. Van fuera.

Yo siempre le doy a mis audios un mínimo de dos vueltas. Una primera para eliminar silencios y esos elementos molestos, y una segunda más centrada en la automatización. Cada audio de mi pódcast dura, por lo general, más de dos horas: en edición son bastantes más.

Con esto consigo una edición con la que estar satisfecho. En ningún momento busco la perfección, porque mi tiempo, capacidades y ganas son limitados, pero considero que ofrezco una edición más que satisfactoria.

Mínimo de calidad exigible

Vuelvo al punto de partida, a la diferenciación entre pódcast amateur y pódcast profesional o con pretensiones de monetización. Mis exigencias de calidad son diferentes en cada caso, y tienen que ver con mi proceso de edición.

Si hablamos de un pódcast amateur, sin pretensiones, a mí en lo particular me es indiferente que lo haga con su móvil o que tenga una mínima edición. Lo que me interesa es que el contenido sea interesante, sin más. En este sentido mis exigencias son las mismas que en 2009.

Sin embargo, cuando hablamos de un pódcast profesional o con pretensiones de profesionalidad, mis exigencias cambian bastante.

Insisto en la idea: si yo, aficionado al medio, procuro una buena calidad de audio y elimino elementos molestos, no voy a escuchar un pódcast con pretensiones de profesionalidad que ofrezca menos de lo que yo doy. Si un pódcast con pretensiones no logra lo mismo que un matao con un micro USB, dinero suficiente para comprarse cuatro plugins y el poco tiempo libre del que dispone, ese pódcast no merece ni mi tiempo ni mi dinero, si lo pidiera.

Un pódcast que busca ser profesional no puede ofrecer menos de lo que ofrezco yo en mi tiempo libre. Me parece un insulto hacia el oyente.

En realidad estas dos entradas han sido una excusa para decir esto.

Agradecimiento

Siempre he tenido la gran suerte de estar cerca de personas que me enseñan lo que aprenden, y en este caso tengo que darle mis más sinceros agradecimientos a Daniel Sanz, una de las pocas personas a las que puedo llamar «amigo» en internet.

Él está pasando por un proceso muy profundo de profesionalización, que espero que dé sus frutos en el futuro próximo, y ha sabido guiarme perfectamente en cómo mejorar la calidad de mis audios según mis necesidades.

Ya se lo he dicho muchas veces en privado y lo repito por aquí. Gracias, Dani, por todo lo que me enseñas, y no solo respecto al mundo del audio.

Cierre

Puede que a ojos de muchos estas entradas sean una sobrada por mi parte. No voy a negar lo evidente: he querido contar mi experiencia en el mundillo y también he sacado pecho con todo lo que he aprendido últimamente, pero no es mi intención última vanagloriarme de que tengo cierto sistema o cierto software de audio.

Lo que busco con esta entrada, además de contar simplemente cómo edito pódcast, es demostrar que no hace falta un gran equipamiento de hardware para ofrecer un audio de calidad, y por supuesto reflexionar sobre el mínimo de calidad que me parece exigible para que un pódcast pueda tener pretensiones de profesionalidad.

Por último, por si a alguien le pica la curiosidad, la grafía «pódcast», con su buena tilde,

es la que recomienda la Fundéu.

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